El presidente tucumano Julio A. Roca (1843-1914), al iniciarse su segundo mandato, en 1898, solicitó al Congreso de la Nación, de acuerdo a la conocida norma constitucional, que se le otorgara el correspondiente permiso para ausentarse de la Capital de la República. Debía viajar al sur del país, para los memorables arreglos limítrofes con Chile, y el Congreso estaría en receso para entonces.

Sin inconvenientes, la secretaría del Senado redacta el proyecto de la ley de autorización, y se pasa a considerarlo. Entonces, el general Bartolomé Mitre (senador por la Capital Federal) hace una observación. Apunta que, en ese texto, “el Congreso se da un título honorífico, y se lo quita al Presidente”. En efecto, decía “Honorable” Congreso y solamente “Señor” Presidente.

José Arce, el biógrafo de Roca, subraya el caso y narra que “la observación de Mitre fue atendida y la ley quedó redactada en forma sencilla, como corresponde y ordena la Constitución: ‘Acuérdase la licencia solicitada por el Presidente de la República para ausentarse de la Capital durante el receso del Congreso”.

Arce añade un comentarlo. “Mitre ha reclamado por el tratamiento diferencial. Tiene razón. Cuida la forma y obtiene que la secretaría del Senado se allane a la modalidad republicana”. En efecto, “la Constitución habla del ‘Presidente’ y del ‘Congreso’: inútil será buscar el ‘Excelentísimo’ y el ’Honorable’ que figuran en algunos documentos de la índole del que nos ocupa, cuya redacción revela un espíritu palaciego, incompatible con la estrictez y seriedad de esta clase de instrumentos públicos”.